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23 de Octubre 2004

NOVELA

3.- MALAS NOTICIAS

Se había quedado dormido en el sofá, con la persiana a medio bajar y la música de fondo sonando. El ritmo acompasado de la música le ayudó a despertarse, aún perezoso fue hacia el lavabo. Su cara no tenía buen aspecto, con la barba negra cerrada de tres días y unas ojereas importantes. Se atusó el pelo con desgana mientras corría el agua del grifo.
Del armario superior cogió los enseres de aseo necesarios para el afeitado y procedió al mismo. Le gustaba apurar bien el afeitado, porque le crecía demasiado rápido y no tenia ganas de afeitarse cada día. Puso una pequeña tirita en el corte que tenía en la garganta y se peinó con la mano y un poco de colonia.

De camino a la puerta activó la alarma, mediante una consola que estaba situada en la pared del pasillo, cogió las llaves y salió del piso. En la escalera se dirigió hacia la pared de enfrente, accionó un mando a distancia y la pared se abrió como una puerta. Era el otro piso de Manuel, en esa última planta, habían dos pisos, como en todas las plantas, pero este estaba oculto. Era el piso de trabajo, ese trabajo que ahora quería dejar. Allí tenía todos los elementos necesarios para realizar su trabajo: equipos de alta tecnología, armas, material de última adquisición y el panel del sistema de alarma. Un sistema que había instalado, para su propia protección. El complejo de cámaras, sensores de movimiento y calor instalados en el piso contiguo, tenía su centro de mando en ese panel. El sistema funcionaba las 24 horas del día, lo grababa todo en el sistema de almacenamiento y posteriormente lo editaba y creaba videos por dias y semanas, guardados en dvd. Miró la zona del parking, el coche de Paloma no estaba.
Salió del piso, cogió el ascensor y bajó hasta el parking. Allí cogió su moto negra y se fue hacía el club.
Un hombre con gabardina marrón estaba esperando pacientemente en una esquina. Miraba el reloj con inquietud, no le gustaba que le hicieran esperar. Llevaba un tiempo detrás de aquel tipo. La puerta metálica del parking se abría, una moto negra de gran potencia, salió disparada en la habitual dirección. Apuntó la hora en la agenda electrónica, nunca salía a la misma hora. Llevaba tiempo siguiendole y no había encontrado patrón de conducta alguno. Nunca hacía un recorrido igual, siempre lo variaba. A veces salía con un vehículo y llegaba con otro. La improvisación era sólo ficticia, sabía perfectamente lo que hacía, era totalmente automático, nunca se relajaba.
Caminó hasta el final de la calle, en la esquina le esperaba un coche, un coche cedido por la empresa, con los cristales tintados. El chofer, ya lo sabía, pero preguntó mirando a través del retrovisor:
-¿Le sigo? – dijo señalando la pantalla táctil en la que un puntito rojo brillaba.
-No hace falta, va al club – se quitó las gafas oscuras, que ocultaban la cicatriz del ojo izquierdo.
El chofer emepezó a conducir por las concurridas calles de Barcelona, en el cristal que le separaba, Javier se vió reflejado, mientras cogía una copa y leía el diario.
En el otro extremo de la ciudad, en un barrio residencial, Don Pablo se calzaba las las zapatillas y se abrochaba el batín de seda carísima. El pasillo estaba frío y desierto. Bajó las escaleras y se fue hacia el jardin, dónde esperaba el desayuno europeo: unas tostadas, mermelada, un zumo de naranja, café y el periódico (en realidad tenía medio quiosco en la mesita auxiliar).
Para Don Pablo, todos los periódicos debían de abrir con la misma noticia, pero no fue así. Dejó a medias la tostada que tenía en la boca y la tiró en el plato. Hoy no sería un buen día.

Posted by Sainthropee at 23 de Octubre 2004 a las 05:51 PM
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