PÁRAMOS LUNARES

Mariano Ryan
RIO DE JANEIRO (ENVIADO ESPECIAL)

Son de oro. Ellas, que dan la vuelta olímpica, que saltan y que bailan y que están tapadas por ese celeste y blanco que defienden y llevan a lo más alto.

Son de oro. Ellas, que acaban de disputar una final de los Juegos Panamericanos sabiendo cómo hay que enfrentar una definición de este tipo.

Son de oro. Ellas, que muestran la categoría individual cuando el equipo no aparece, pero que también apuestan al juego colectivo cuando las que marcan la diferencia están apagadas.

Son de oro. Ellas, que sumaron para Argentina el noveno título en Río de Janeiro ratificando en el Centro Deportivo Deodoro la chapa de candidatas que traían desde la previa.

Son de oro. Ellas, las más grandes, las de cientos de batallas, las que se juntaron antes de la ceremonia de premiación y se abrazaron juramentándose quizá repetir esa emoción en Beijing el año próximo para entregar definitivamente la posta. Y también son de oro ellas, las más chicas, las herederas de una tradición, de una mística, de una pasión que se traslada a la cancha de hóckey sobre césped sin importar el resultado final.

Las Leonas derrotaron a Estados Unidos por 4 a 2 para mantener su invicto panamericano y para lograr el pasaporte olímpico. Y lo hizo en un partido cuyo desarrollo controló siempre pese a la desventaja con la que terminó el primer tiempo. Es que Argentina fue superior en esa mitad inicial pero el gol de córner corto de Tiffany Snow puso a las estadounidenses arriba en el marcador a los 33 minutos. Antes de esa apertura el seleccionado se había movido al ritmo que proponía Aymar aunque no tenía agresividad en el círculo y malograba sus oportunidades en el fijo (se acumularon seis en ese período).

El entretiempo sirvió para ajustar un par de detalles tácticos -un mayor control del ala izquierda del ataque de Estados Unidos y una superior velocidad en la ofensiva-, pero sobre todo Gabriel Minadeo les dijo a sus jugadoras que les faltaban 35 minutos para demostrarse que eran Leonas. Y allí fueron las chicas en esa segunda mitad en la que Argentina ajustó su estructura defensiva y fue un torbellino adelante. Y en apenas 17 minutos pasaron de una derrota a una goleada: Alejandra Gulla de revés después de un pase de Rebecchi, Rosario Luchetti luego de una genialidad de Aymar, Agustina Bouza tras una bocha robada por la rosarina y una combinación con Gulla y Claudia Burkart de barrida en el octavo corto marcaron la diferencia que la Selección fue a buscar y que definitivamente encontró.

El gol de Kelly Doton, también con el fijo (el arma estadounidense más importante), sólo sirvió para decorar el resultado porque Argentina nunca vio peligrar el triunfo en la victoria más contundente del equipo en una final panamericana.