me encanta jugar a poker con gente y dinero.
las caras, los gestos, las manos, los cubatas que caen, la atmosfera que se llena de tensión, contar las fichas que ganas, aguantar los palos y recuperarte, etc etc.
todo eso con la pantallita del ordenador no es lo mismo.
la semana pasada estuve de "romeria": grande muy grande.
un pueblo que tiene mas pubs/bares que otros establecimientos y mas que incluso donde vivo, es mas que meritorio.
un pueblo en fiestas, que si se le acaba la bebida (normal si hacen cortos, con lo que beben allí) van a tu casa y te compran las botellas que tengas, para que luego te las bebas tu en el baile, es genial
el tiempo y el espacio se dilata, 48h nunca dan para tanto cualquier otro fin de semana. nunca un puesto de hamburguesas cutres esta tan bien puesto.
hacerse una barra libre en una era contantado historias y viendo como caen las botellas de whisky sin piedad mientras te comes las galletitas saladas que nadie ha querido antes.
que pagues una consumicion con un billete de 5 y te devuelvan dinero tiene merito, más aun cuando hay mas alcohol que cubitos.
luego la vuelta es dura, cuando el paso de los minutos resuena como un martillo en un yunque en tu cabeza, pero ya descontando lo que falta para el año que viene y esperando que la que no pudo venir venga, para que sea aún mas grande.
dias para marcar en el calendario, para guardarse fiestas y disfrutar como un enano.
y el dia llegó, la espera valió la pena y ya tengo plaza.
ahora solo hace falta un poquito de suerte, mucho trabajo y exprimir estos 4 años para que haya valido la pena todo el trabajo realizado.
cuando ves que de las 260 plazas hay 248 tachadas y que todavía nadie ha cogido la tuya, subes a la lista, pasan 4 personas más, el corazón desbocado y aún está ahi cuando llega tu turno no puedes estar más que contento con tu 253 y tu plaza.
tumbado, música de fondo y ojos abiertos como platos.
quiero dormir y la cabeza no me deja. bebo agua, me levanto y me paseo a oscuras por el piso.
los párpados pesan, pero no lo suficiente.
otra noche sin dormir, ante el inminente destino que me espera: se acerca el fin del viaje, penúltima parada.
